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VIH e inmigración en España

El VIH es un virus que todavía hoy suscita un temor inigualable, lo que trae consigo numerosas implicaciones, las cuales dificultan la prevención y control sobre él, así como el tratamiento de las personas portadoras. Aun cuando actualmente, en nuestro país, se convive con la enfermedad con normalidad gracias al tratamiento antirretroviral (TAR), este miedo al contagio continúa siendo visceral. Más incluso que al contagio, se teme a las personas seropositivas. Todavía hoy, esta enfermedad cuenta con un estigma difícilmente comparable a otras enfermedades, pues las personas son responsabilizadas de haberlo contraído, siendo tratadas con rechazo. Rastreando este miedo, hemos de remitirnos al inicio. Cuando el virus empezó a generalizarse, a mediados de los años 80, fue llamado la enfermedad de las 4 haches, pues era más incidente en ciertos segmentos poblacionales: haitianos, homosexuales, heroinómanos y hemofílicos. De hecho, durante mucho tiempo se pensó que solo les afectaría a ellos. Se trataba de colectivos ya de por sí estigmatizados, excluidos del sistema. Únicamente cuando el virus empezó a atacar a las demás capas poblacionales fue que se actuó sobre él. Hasta entonces, se dijo incluso que se trataba de un castigo de Dios. Actualmente, y habiendo quedado confirmado que se trata de un virus del que todas y todos podemos ser víctima, y una cuestión de salud pública, todavía incide mayormente en ciertos segmentos poblacionales. El colectivo inmigrante es uno de ellos. Aun cuando se presupone que donde más transmisión existe es donde más prácticas de riesgo se llevan a cabo, en este caso una incidencia mayor se relaciona con factores estructurales relacionados con el deficitario acceso al sistema de salud y con los diferentes mecanismos de exclusión que se articulan en el Estado español. Atendiendo a la Dirección General de Salud pública, Calidad e Innovación (2019), las personas nacidas en otros países suponen más de un tercio de los nuevos diagnósticos de VIH en 2018, el 37,6% concretamente. En cuanto a la zona geográfica de origen, la distribución de casos se concentra en Latinoamérica (24,1%), África subsahariana (5,9%), Europa Occidental (4,2%), Europa Central-Este (2,9%) y África del Norte (1,4%). En el primer caso, es más incidente en los hombres que mantienen sexo con hombres (HSH), seguido de personas heterosexuales, mientras que en África incide mayormente en la transmisión vertical, de madres a hijas e hijos, y en personas heterosexuales, generalmente mujeres. En el caso de Europa Central-Este, tienden a ser personas usuarias de drogas inyectables. Aun cuando podría pensarse fácilmente que se trata de infecciones ocurridas en origen, no siempre es así. Una investigación a nivel europeo[1] determinó que el 72% de los HSH adquirieron la infección posmigración, así como un 38% de personas heterosexuales. Atendiendo al origen geográfico, se infectaron tras migrar el 68% de las/los latinoamericanas/os y el 32% de las/los africanas/os. Si muchas infecciones no ocurrieron en origen, ¿cómo es posible que el colectivo inmigrante esté tan sobrerrepresentado en territorio español? Entre los factores de riesgo reseñados, se han reportado la separación de la familia y el entorno social habitual, el escaso apoyo social con el que cuentan en destino, una débil percepción del riesgo y […]

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